La batalla contra el sargazo ha dejado de ser una molestia temporal para convertirse en una amenaza ambiental, económica y de salud pública en el Caribe mexicano. Para 2025, se estima que las costas de la región recibirán un volumen récord de 37 millones de toneladas de esta macroalga. Ante este escenario, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) se ha posicionado como un actor clave en la búsqueda de soluciones sostenibles, proponiendo la transformación del sargazo en energía renovable.
La doctora Norma Patricia Muñoz Sevilla, científica del Centro Interdisciplinario de Investigaciones y Estudios sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CIIEMAD) del IPN, lidera proyectos de investigación que buscan darle un valor agregado a esta biomasa.
La experta sostiene que la opción más viable para mitigar el problema es instalar biodigestores en puntos estratégicos de la costa para convertir el sargazo en biogás y, posteriormente, en energía eléctrica.

Daño ambiental y la amenaza a los ecosistemas marinos
El arribo masivo del sargazo es mucho más que una simple mancha marrón en las playas. En su descomposición, libera gases tóxicos como el ácido sulfhídrico, amoniaco y metano, que no solo son dañinos para la salud humana, sino que también alteran el equilibrio del ecosistema.
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Uno de los efectos más graves es la pérdida de biodiversidad marina. El sargazo forma una barrera densa sobre la superficie del agua, bloqueando la luz solar e impidiendo la fotosíntesis de las especies que se encuentran debajo.
Esto provoca una disminución drástica del oxígeno en el agua y la muerte de peces, moluscos y otras formas de vida. Además, el aumento del sargazo se relaciona con la acidificación del océano debido a la absorción de dióxido de carbono, lo que amenaza la existencia de arrecifes de coral y organismos con conchas de carbonato de calcio.
Batalla contra el sargazo: un problema global
El IPN, en colaboración con el Centro de Investigación Científica de Yucatán y el gobierno de Quintana Roo, participa en una red internacional para monitorear la calidad del aire en el Caribe.
A través de sensores ubicados en puntos clave como Punta Nizuc, Akumal y Mahahual, los científicos miden en tiempo real los niveles de ácido sulfhídrico y amoniaco para evaluar el riesgo que corren los trabajadores dedicados a retirar el alga. Se espera instalar 20 de estos equipos en todo el litoral del estado, incluyendo Cozumel e Isla Mujeres.
El Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico, una masa que se extiende por más de 8,000 kilómetros, es una prueba de que este no es un problema exclusivo de México.
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La doctora Muñoz Sevilla subraya la necesidad de una colaboración internacional para enfrentar este fenómeno, cuyo crecimiento se atribuye a un aumento de nutrientes en el Atlántico, un proceso conocido como eutroficación.
Este exceso de nutrientes proviene de la desembocadura de grandes ríos como el Amazonas y el Orinoco, cuya carga ha aumentado debido a la actividad humana.

La batalla contra el sargazo y la esperanza del biogás
Mientras se busca la forma ideal de detener la llegada del sargazo en alta mar, la propuesta del IPN ofrece una solución tangible para el manejo de la biomasa que llega a la costa.
A pesar de que algunos argumentan que el valor calórico del sargazo es bajo, la científica enfatiza que la gran cantidad de materia prima disponible hace de la generación de biogás una opción viable y rentable, una tecnología que ya se utiliza en países como España.
El trabajo del IPN no solo se enfoca en la investigación científica, sino también en la formación de jóvenes que continuarán aportando soluciones a este y otros desafíos ambientales.
La batalla contra el sargazo es un recordatorio de que los problemas del planeta no conocen fronteras y que la cooperación, la investigación y la innovación son las únicas herramientas que pueden marcar la diferencia.
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