Crisis alimentaria en África, 512 millones enfrentarán hambre y desigualdad en 2030

Según datos del World Inequality Database, en 2021 el 10% más rico de África concentraba en promedio el 54% del ingreso nacional, una cifra que contrasta drásticamente con el 1% de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población.

A pesar de una ligera disminución del hambre a nivel mundial, África y Asia occidental se enfrentan a una cruda realidad de inseguridad alimentaria en constante crecimiento, revelando profundas disparidades sociales y económicas que frenan el progreso. El informe Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI 2025), publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), advierte que, de continuar las tendencias actuales, el continente africano será el epicentro de la crisis, albergando a casi el 60% de los 512 millones de personas que se proyecta sufrirán desnutrición crónica para 2030.

El documento destaca una preocupante divergencia: mientras que regiones como el sur de Asia, América Latina y el Caribe han logrado reducir la prevalencia de la desnutrición, en África la situación ha empeorado de manera sostenida. 

Según el informe, 307 millones de personas en África (más del 20% de su población) padecieron hambre en 2024. 

Este aumento se atribuye a una compleja red de factores, incluyendo la inflación de los precios de los alimentos, que afecta de manera desproporcionada a los países de bajos ingresos, los conflictos armados, el cambio climático y la falta de inversión en infraestructura agrícola.

Desigualdad económica y social: el motor de la crisis

La crisis alimentaria en África no puede entenderse sin considerar la profunda desigualdad que la permea. A pesar del crecimiento económico promedio de las últimas dos décadas, la brecha entre ricos y pobres es una de las más grandes del mundo. 

Según datos del World Inequality Database, en 2021 el 10% más rico de África concentraba en promedio el 54% del ingreso nacional, una cifra que contrasta drásticamente con el 1% de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población.

Esta disparidad se traduce en una falta de acceso a recursos básicos y servicios esenciales.  La mayoría de los africanos, cerca del 78% de la población (más de mil millones de personas), no puede costear una dieta saludable, un problema que va más allá de la pobreza extrema y afecta incluso a quienes no se consideran pobres. 

La falta de acceso a atención médica, educación y oportunidades económicas adecuadas exacerba la vulnerabilidad de las comunidades, impidiéndoles salir del círculo vicioso de la pobreza y el hambre.

Conflictos y clima: una tormenta perfecta

Además de la desigualdad, los conflictos y el cambio climático actúan como catalizadores de la inseguridad alimentaria. Países como Sudán, Sudán del Sur, Somalia y Etiopía han visto cómo guerras civiles y sequías devastadoras han destruido cosechas, desplazado a millones de personas y colapsado los mercados, dejando a vastas poblaciones al borde de la hambruna. 

En 2024, más de 20 millones de personas en Etiopía necesitaron asistencia alimentaria debido al conflicto y la sequía.

El informe SOFI 2025 destaca que la respuesta a la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania también han contribuido a la inflación global, impactando severamente a los países africanos. 

La falta de políticas robustas y transparentes para mitigar estas presiones y la escasa inversión en investigación y desarrollo agrícola dificultan que los países fortalezcan su resiliencia.

Un llamado urgente a la acción

Aunque el informe reporta avances globales en otros indicadores de nutrición, como el aumento de la lactancia materna exclusiva en bebés menores de seis meses, las cifras en África sugieren que se necesita una acción urgente y coordinada. 

Para contrarrestar la crisis, el SOFI 2025 recomienda una combinación de políticas que incluyen:

  • Medidas fiscales focalizadas, como programas de protección social, para salvaguardar a las familias más vulnerables.
  • Políticas monetarias creíbles y transparentes para controlar la inflación
  • Inversiones estratégicas en infraestructura, investigación agrícola y sistemas de información de mercado para mejorar la productividad y la resiliencia a largo plazo.

El informe, presentado en la Segunda Revisión de la Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU en Adís Abeba, deja claro que la lucha contra el hambre en África no es solo un desafío alimentario, sino también un problema de profunda desigualdad social y económica que requiere un compromiso global y una acción decidida. 

La meta de Hambre Cero para 2030 parece cada vez más inalcanzable para el continente, a menos que se aborden las causas subyacentes de la desigualdad y la vulnerabilidad.

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